Las Historias de Ibrahim

Una cuestión de Actitud



Lunes 22 de noviembre

9:20 hrs... decido tomar un café bajo el enorme árbol centenario de La Biela. Dado que el mozo no aparece, intento leer, pero una voz de hombre relata algo en voz demasiado alta. En esa fracción de tiempo, mínima, entre el impulso de pedirle que hablara en voz más baja y su concreción, nace otro impulso, más fuerte que el primero, y decido escuchar...

Es el camarero, el mismo que debe venir a buscar mi pedido, quien habla. Relata que el fin de semana estuvo pescando en una laguna de Entre Ríos, y que todo era hermoso, que no pescó mucho pero que valió la pena sólo por ver las bandadas de cardenales, -"Cardenales con el pechito blanco y las cabecitas rojas, eran miles, miles, eran hermosos", repetía. Esperé que terminará su relato y me di vuelta para pedirle mi café.

Un mujer se sentó en una mesa cercana. Cuando él regresó con mi pedido le dijo:

-"Buenos días señora, ¿Cómo está?". Ella contestó con evidente y exagerada ironía:
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-"Bien, muy bien, ¿cómo quiere que esté?".
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El pareció no entender la ironía, o no quiso hacerlo, porque cuando se retiró a buscar el pedido, le escuché responder: -"¡Claro que hay que estar bien!".

Ella manejaba ese tono suficiente que hemos adquirido ultimamente por el que, si decimos que estamos bien, estamos desinformados, y si decimos que somos felices, estamos traicionando la voluntad colectiva.

Cuando quise pagar, se acercó otro mozo a cobrarme. Le dije que prefería pagarle a "mi amigo", dije así para no herir al nuevo. El vino, le comenté lo que había escuchado, que había alegrado mi mañana y que se lo agradecía. Me contestó: "Señora, ¿sabe la cantidad de problemas que tengo en mi familia? Si me dejo llevar por eso me amargo y no soluciono nada. En cambio si veo las cosas lindas que pasan, cuando llego por la noche, tengo más fuerzas para enfrentar las dificultades."

Aquella mujer en la mesa cercana leía el periódico, y justo en ese momento dijo:
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-"¡Qué barbaridad!", se volvió hacia nosotros como buscando complicidad para la desgracia, y esperando el "¿qué pasó?", que desencadenaría la repetida, conocida y remanida noticia sobre la inseguridad, la violencia juvenil o las mentiras de los políticos.

El y yo nos miramos. El había visto miles de cardenales volando sobre la laguna el fin de semana. Y hacía un rato apenas, me los había hecho ver a mi.

Sonreimos...

Rogelio...


Hace unos años llegué a vos casi por casualidad... ¿Te acordás? Mochila a cuestas y comenzando mis vacaciones, toqué la puerta de tu casa y vos me abriste la puerta de tu vida.

Cuando me sonreiste por primera vez y pude percibir tu esencia, me cobijé en tu mundo, sin pedirte permiso, y allí me quedé...

El tiempo, sin más, comenzó a transcurrir...

Un viaje me llevó a otro y ese otro a otro y ese otro a otro... y de repente me encontré necesitando de tu paz y de esas eternas charlas que solíamos tener sentados frente a la ventana de tu cocina... ¡Si si! Frente a esa "ventana mágica", que nos trasladaba -en un abrir y cerrar de ojos- al corazón del Piltri.

Tanto el dorado del otoño, como el frío del invierno, los colores de la primavera y el calor del verano, fueron cómplices de nuestras caminatas por el Bolsón, en las cuales vociferabas a los 4 vientos tu enorme alegría.

Si... "Viajé a vos" cada vez que tuve ganas de hacerlo... ¡Asi de simple! ¡Tan simple como lo son las cosas que me importan de verdad!

Si coincidís conmigo en que uno debe sumar para su vida la máxima cantidad posible de momentos felices, dejame decirte que vos me hiciste inmensamente feliz... ¡Y eso es algo que siempre te voy a agradecer!

¡Gracias por haber transformado, la casualidad de conocerte, en destino!

Gracias por haber sido, más que un amigo, un padre para mi... ¡Un padre que me ayudó a entender -bajo una perspectiva diferente-, cada cosa de mi vida!

UFFF ¡Cuanto voy a extrañarte Rogelio! Pero yo se que tu partida va dar lugar a una nueva vida, y que en esa nueva vida, nos vamos a volver a encontrar...

Por lo pronto, voy a llevarte siempre conmigo, atado al mejor de los recuerdos... ¡¡porque cuando algo es bueno dura para toda la eternidad!!
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¡A ponernos en marcha!


Todos hemos llegado a un momento en nuestras vidas en el que, hemos vivido por inercia; en el que hemos caído en situaciones y rutinas sumamente insatisfactorias; y en el que hemos caminado a destiempo de nuestros deseos. Pero muchas veces, y lo que es peor aún, ni siquiera sabemos cuales son esos deseos, capaces de movilizar toda nuestra existencia.

Y entonces viene el planteo... ¿Nos cuesta ir tras lo que deseamos en esta vida, porque ignoramos de qué se trata?

A veces sentimos cómo, un muro invisible cimentado en la pasividad, nos separa de nuestros sueños. Y allí nos quedamos... paralizados... inertes... sin darnos cuenta que, abrir una brecha en ese muro, no es tan difícil como pensamos. Basta con tener un poco de convicción y empuje, y -por sobre todo- la capacidad de mirar un poquito más allá.

¿Cuantas veces nos hemos preguntado qué es eso que existe dentro nuestro y que nos impide avanzar?

En algún punto es inminente la necesidad de detenernos, y elevar nuestro nivel de conciencia, para que poder ver nuestra vida -y todo lo que nos sucede- desde otro nivel. Sin dudas, desde “arriba”, las cosas se perciben con mayor claridad.

Tan pronto como advirtamos qué es lo que se interpone en nuestro camino, sabremos porqué no hemos creado la vida que deseamos. Comprenderemos que hemos sido incapaces de ponernos en marcha porque existía una razón.

Cuando tengamos esa razón en nuestras manos, debemos trasmutarla y ponernos en marcha.

A veces, cuando vemos a personas apasionadas con su vida y su trabajo, que han encontrado su sitio perfecto, el mundo nos parece injusto. ¿Cómo es que tuvieron tanta suerte?

Te diré algo que hicieron. Se pusieron en marcha ¡y siguieron en marcha!... a pesar de todo y a pesar de todos.

La mayor o menor plenitud en nuestras vidas, depende de nuestra voluntad para actuar... Entonces, ¡pongamonos en marcha y empecemos a CREAR esa vida que tanto deseamos!
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¡Desplegá tus alas y animate a volar!


Hablar de la libertad que nos genera el estar suspendidos en ese espacio infinito, que nos cubre imperceptiblemente cada instante de nuestras vidas, es hablar de una pasión tan incontenible como la que genera el fútbol.

Quien ama los aviones, no puede desprender de su mente -un solo instante- la imagen de las alas jugando en el cielo; como así­ tampoco puede apagar de sus oídos, el sonido de los motores anunciando el despegue.


"¡Vuelen!" - nos dijo un amigo uruguayo, en su diario de vuelo... "Ninguna droga puede provocar emociones más fuertes que un avión. Volar cambia a las personas... El mundo, la vida, la gente... ¡todo se ve distinto: con otra perspectiva, con profundidad!... Enfrentar condiciones atmosféricas adversas al mando de un avión templa el carácter. La cabina educa más que todas las universidades del mundo"




UNA EXPERIENCIA QUE NO TE PODES PERDER...

¿Un consejo? Desprendete de cada pre-juicio que adoptaste caprichosamente a lo largo de tu vida, soltá los miedos que llevás dentro y animate a volar. ¡¡El aire nos seduce desde su infinidad y desde esa paz que todo lo puede armonizar!!

Muchas veces, por miedo a lo desconocido, nos quedamos sin experimentar nuevas sensaciones y nos privamos de ponerle a la vida ese condimento que necesitamos para que suba nuestra adrenalina y nos saque de la rutina que nos consume cada día, sin que siquiera podamos advertirlo.




Dijo L. da Vinci alguna vez...
"Una vez que has probado el vuelo, caminarás sobre la tierra con la mirada levantada hacia el cielo, porque has estado allí­ y querrás volver"



Tocar fondo y volver a empezar


Seguramente coincidirás conmigo en que, vivir, conlleva un aprendizaje diario. Algunos aprendemos a través del camino del no dolor y otros a través del dolor... con todos los matices que pueda presentar esta simple calificación.


Algunos entrelazamos el aprendizaje con el "Karma" y el "Darma", o sea, con esto de pagar o cobrar de la vida los saldos deudores y acreedores que tenemos en nuestra cuenta evolutiva. Y aunque difiero un poco de esta creencia, por cuanto siento que todo lo que vivimos es creación individual, y que el Karma también forma parte de dicha creación... todo sigue siendo -en definitiva- puro aprendizaje.

Luis tiene 50 años, no sabe leer ni escribir, es discapacitado y por haberse criado en las calles forjó un carácter muy aguerrido y actúa como si la vida estuviese en su contra. Por esta razón suele ir al choque cada vez que necesita algo de alguien. Digamos que, a modo de defensa, vive a la defensiva.

Por mi trabajo nos hicimos amigos hace algunos años, luego de un comienzo difícil. La clave para ganarme su confianza fue la paciencia y la empatía que supe tener con él. Hay personas que necesitan ser contenidas, por sobre todas las cosas, para que, de esa contención, surja luego la apertura, la comunicación, la conexión.

Hace un par de meses este hombre sufrió un golpe muy duro. Uno de sus hijos se enfermó de cáncer y se vio obligado a viajar a Capital Federal. ¿Imaginás el cuadro? Por primera vez un avión, por primera vez lejos de su provincia, por primera vez enfrentado a su obra social, por primer vez la gran ciudad, por primera vez los obstáculos en tierra ajena... ¡y por primera vez la muerte parada frente a uno de sus hijos!

Afortunadamente un buen tratamiento logró detener la enfermedad y comenzar el proceso de recuperación.

Hace unos días Luis -tras mucho tiempo de ausencia- fue a visitarme.

Me dijo, por ejemplo, que nunca había creido en Dios. Que la cruz que cargaba sobre su cuello, era -hasta ese momento-, tan solo un símbolo que representaba a un Dios "de la boca para fuera", pero no a un Dios que estuviese instalado en su ser. Me dijo que, ante su dolor, se aferró a una fe que hasta entonces no tenía y que esa fe, cobró tanta fuerza dentro suyo que la situación empezó a cambiar...

Hoy descubrí a un hombre diferente, dibujando un destino diferente.

El me dijo: "Yo hablé con Dios y Dios me escuchó". El lo percibía de esa forma, y está bien. Pero quien lo estaba escuchando y estaba aflorando en realidad, no era un Dios en las alturas, sino era su Dios interno.

Esa fuerza interna de la que mucho hablamos y que es capaz de cambiar cualquier cosa, no es más que esto que te acabo de decir.

Bueno, hablamos de las crisis por las que debemos atravesar para volver a conectarnos con nuestra espiritualidad y comprendimos que lo de su hijo fue algo así... como una señal para que él reaccionara y sacara su sensibilidad a flote, dejando de lado el "caparazón" que lo había aislado del mundo durante tantos años.

Por su hijo tuvo que enfrentarse a un nuevo mundo, a un nuevo desafío y se redescubrió fuerte, humilde y capaz de cualquier cosa, porque al enfrentar a ese nuevo mundo, tuvo que enfrentar a su propio mundo.

A veces nos cuesta entender porqué el aprendizaje viene atado al dolor, y máxime cuando se trata del dolor ligado a un ser amado. Yo tampoco tengo una respuesta, porque no se qué mecanismo interno nos lleva a elegir el dolor como camino. Pero puedo asegurarte que, a veces, estamos tan aferrados a nuestra individualidad, a nuestro mundo "puertas adentro", a nuestras carencias y a la que creemos importante cuando no lo es, que perdemos el sentido del "todo".

Estas elecciones inconcientes suelen marcarnos y nos ayudan a despertar. Y es en las crisis, cuando uno toca fondo. Pero tocar fondo implica algo que nadie suele ver... que lo suceda de alli en más, siempre será mejor... sea lo que fuere...

El tocar fondo generalmente nos hace sabios, porque nos vuelve humildes; nos fortalece si logramos sobrevivir y nos ayuda a ver quien se escuda detras de nuestra personalidad.

Lo triste es cuando uno, conciente de esta situación, no hace nada para salir adelante, porque logró acomodarse a ese fondo y hacer de él su hábitat. Si uno no resurge tras sus problemas, sus derrotas, sus caidas, aprendiendo de lo que le sucedió, entonces se predispone a vivir lo mismo una y otra vez.

¿Cuanto dura el amor entre un hombre y una mujer?



Si hay preguntas difíciles de responder, creo que esta es una de ellas, ya que en su simpleza radica su trampa.

Pero vayamos al principio.

Un hombre, una mujer, el encuentro, la pasión, la pareja, el idilio de un mundo impenetrable, las amadas diferencias, los problemas que no se quieren ver, la convivencia, el “contrato implícito” que esta genera… y ¡ZAZ! de un día para otro… ¡todo se derrumba!

Digamos que “el amor” queda sepultado en un mar de reproches, juicios, ausencias, miradas que no se reconocen, planteos que parecen venir de otra persona.

Y, de repente, todo ese mundo maravilloso que supimos vivir, se desvanece y pasamos a convivir con un desconocido, por el cual ya no sentimos esa pasión primera.

Y es allí donde aparece una gigantesca ola de psicólogos, sexólogos, curanderos, hechiceros y quien sabe cuantos terceros más, intentando salvar lo que una vez fue mágico.

¿Pero es posible forjar el rumbo del destino?

¿Es posible confundir la pasión con el amor? Si... De hecho ¡lo hacemos todo el tiempo, porque somos seres emocionales y buscamos vivir emociones fuertes. a cada instante! Y cuando no está la emoción y cuando no está la pasión, pensamos que el amor desapareció. Pero... ¿nos preguntamos alguna vez si ese amor, de verdad, existió?

El otro día conversaba con una amiga que está –justamente- atravesando un proceso de separación. Ella había decidido ponerle punto final a varios años de una mala convivencia, de una relación “enferma”, pero no podía evitar el dolor, la depresión y la desazón que le generaba todo aquello.

Su historia –en definitiva- encierra la historia de muchos.

Expectativas frustradas. Dudas. Desilusiones. Miedo a la soledad, pero tormento en compañía. Lágrimas por lo que fue. Una enorme necesidad de escapar y a la vez, angustia por no saber hacia dónde.

Todos nosotros sabemos que vivimos en una sociedad cuyo modelo está cambiando del tradicional al “híbrido”, y esto –indefectiblemente- marca nuestras reacciones, nuestras respuestas y nuestros día a día, no solo con nosotros mismos, sino con esta compleja red de relaciones que tejemos a nuestro alrededor.

Resumiendo, podríamos decir que vivimos bajo un modelo social que valora la libertad. La libertad y el tiempo para uno mismo. Vivimos en un mundo con pocas reglas que exige nuestro protagonismo a la hora de elegir. Ese protagonismo, genera angustia y miedo, porque ya no se nos permite culpar al otro por nuestros actos. Somos nosotros los responsables de cada cosa que nos sucede.

Por otra parte, “Queremos todo YA”, por esto de vivir el “aquí y el ahora”. Esto implica que nadie quiere regalar su tiempo esperando a que las cosas se solucionen. La reacción natural que solemos tener ante un problema real, es dejar de negociar y de buscar un punto de equilibrio. A la primera de cambio ¡cada uno por su camino!”.

Ya desaparecieron las parejas, como la de mis padres, o como la de los tuyos, en las que todo se soportaba, aun en detrimento de la felicidad. ¡Por suerte esta no fue mi experiencia! Pero abundan ejemplos de estos.

Hoy el “libre albedrío”, o sea, nuestra capacidad de poder elegir libremente, en cualquier momento, está a la orden del día. Esto reafirma algo que todos sabemos, y es que cada vez somos más individualistas. Al buscar “ser lo que somos”, empezamos a desgastar la compañía de nuestra pareja, sobre todo cuando “buscamos ser”, pero sin dejar ser al otro lo que es.

Prima la individualidad, las emociones personales. ¿Escuchaste alguna vez esa canción de Arjona que dice… “No te enamoraste de mi, sino de ti cuando estás conmigo”? Bueno creo que esa sola frase, lo dice todo por si misma.

Además vivimos en “estado de flash” las 24 horas del día, por vivir en la era de la tecnología, donde todo es al instante. Por eso queremos ir cada vez más rápido. Este vértigo atado a la libertad, anula -de alguna manera- nuestra capacidad para disfrutar de las pequeñas cosas… Si, de esas que suelen ser imperceptibles, pero que terminan salvándolo todo.

Y a lo mejor te preguntes qué papel juega en esto nuestra búsqueda incesante por alcanzar la espiritualidad. ¡Otro pilar de los tiempos que corren!

Bueno este es un punto que, a mi entender, nos está costando manejar. ¿Por qué? Porque si bien alcanzar un estado de espiritualidad nos permitiría conectarnos –como dijimos el otro día- a nuestra esencia, a nuestra fuente, a Dios o como quieras llamarlo… y dejaríamos de buscar afuera lo que deberíamos tener adentro, esto aún parece ser una lejana utopía, porque seguimos actuando desde la carencia.

Y en el afán de forjar nuestra individualidad, queremos amor, queremos compañía, queremos aprobación, queremos lealtad, queremos atención... ¡Queremos tantas cosas para ratificar lo que somos! Y cuando comenzamos a demandar, dejamos de disfrutar lo que tenemos y comenzamos a asfixiar al otro con nuestras necesidades. ¡Este suele ser el principio del fin!

Nosotros no deberíamos buscar amor, sino compartir el amor que llevamos dentro. ¿Se entiende la diferencia?

Si estoy con alguien, o sin alguien, debería poder estar igualmente BIEN. Las separaciones sólo implican un pequeño luto, que nos abren las puertas a nuevas oportunidades.

No etiquetemos las relaciones como “eternas” porque nada lo es. Al pensar que algo es “para siempre”, nos volvemos susceptibles a la frustración.

Todas y cada una de las personas que llegan a nuestras vidas, llegan por algo, y se van por algo.

Mientras dure la relación, debemos entregarnos y disfrutar cada cosa que nos pase. ¡Es tan lindo poder compartir la vida con alguien! Pero compartirla de manera adulta. En una pareja se deberían poder conjugar los tiempos, proyectos, sueños, y necesidades, pero siempre preservando y respetando el crecimiento e individualidad de cada uno. Eso sería algo así como, procurar que las raíces del árbol sean fuertes, para que este pueda crecer sano.

Y con la misma adultez que debemos vivir la relación, debemos poder reconocer cuando es el momento de volver a separar los caminos.

Forjar una relación, cuando esta se agotó, solo empaña lo bueno que tuvo la misma. Dejemos que las cosas fluyan naturalmente. Tratemos de vivir el presente, sin “pre-ocuparnos” por lo que pueda pasar. En el presente y dentro de cada uno de nosotros están todas las respuestas que buscamos. Sepamos hacer silencio y escuchar. ¿Quién sabe? A lo mejor el destino nos depare una sorpresa.
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Doctor... ¿donde está su ética profesional?



Hay situaciones que son difíciles de imaginar. Pero hay otras que, si uno las ve con sus propios ojos, directamente no las puede concebir... como esto que le sucedió a mi mamá.

Ella viajó al norte y al regresar, comenzó a sentir una molestia en su ojo derecho. Como la molestia se profundizó con los días, decidió realizar una interconsulta con un especialista.

Fue así que sacó un primer turno, con un reconocido oculista de la ciudad de Puerto Madryn. El la examinó, le pidió un costoso estudio con una máquina que recientemente había adquirido, y le diagnosticó "desprendimiento de retina sin lesión". Tras el diagnóstico le dijo que, su afección, era propia de su edad, que no debía preocuparse, y que siguiera con su vida normal porque no iba a tener problemas mayores.

Cuando ella me contó esto me pareció extraño, porque hasta donde yo tenía entendido, un desprendimiento de retina requiere cirugía y cuidados extremos. Pero bueno, al sentir que ella se había tranquilizado, me tranquilicé yo también... y todo quedó ahí.

Como los días siguieron pasando y la molestia continuó inquietándola, buscó una segunda opinión, lo que la llevó a caer en manos de un segundo profesional.

Este se sorprendió por el diagnóstico anterior: "Desprendimiento sin lesión"... porque consideraba que el desprendimiento era en si una lesión, y además porque no podía arribarse a él con el estudio que le habían efectuado.

Yo no voy a juzgar esta situación, porque siempre está fuera de nuestro alcance el poder comprender lo que hay detrás de la medicina convencional, en cualquiera de sus especialidades. Lo que si voy a cuestionar es el comportamiento de este segundo profesional.

A mitad de la consulta... ¡¡sonó su celular!! Y para sorpresa de mi mamá, no era ni un paciente, ni su secretaria, ni un colega... no, no... ¡Era su pareja/amante/esposa o algo parecido!

El comenzó a hablar como si hubiese estado solo. Y la charla se puso interesante... Y se acomodó en su sillón... Y sonrió... Y continuó hablando... y los minutos fueron pasando ¡Y mi mamá quedó plantada en medio del consultorio!

Ella, al principio, tomó esta situación de manera natural, porque sabe que -de alguna manera- todos vivimos adictos al celular. Pero después de 15 minutos, no pudo evitar el sentirse muy incómoda... no solo porque el tiempo de su turno se iba agotando, sino porque este hombre no mostraba signos de terminar su conversación.

En un momento ella provocó el cruce de miradas, y le preguntó en voz baja:


-"¿Qué hago".

El sin colgar, y sin emitir sonido alguno, movió sus manos y gesticuló de tal manera que, le dio a entender que se fuera y volviera después.

-"¿Después cuando? - preguntó indignada.

El le mostró 3 dedos, y gesticuló nuevamente... -"3 semanas"... Dicho esto, giró su sillón y continuó con su romance, como si nada.


Vista esta situación desde afuera suena muy graciosa, aunque está muy lejos de serlo. Cuando es uno el que está enfermo, preocupado con algo que lo aqueja, busca la contención y el apoyo, de quien considera un referente. ¿Y quien es ese referente cuando se trata de la salud? Sin dudas ¡¡el médico!!

Pero, lamentablemente, no son muchos los dignos de ganarse nuestro respeto y confianza. Máxime cuando consideramos todo lo que está sucediendo en el mundo de la medicina: malas praxis, infecciones en internación, falta de higiene y control, enfermedades creadas en laboratorios para poner a la venta determinadas vacunas o drogas farmacológicas, cirugías por interés económico, discapacidades derivadas de las mismas, etc... mil veces etc.... ¡todo el mundo habla de este tema en la calle!. Pero ojo, no coloco a todos en la misma bolsa... hay médicos excepcionales, a los cuales tenemos mucho que agradecer.

El problema lo constituye el resto... Y a "ese resto" siento la necesidad de hablarle hoy para preguntarle:

Señor Doctor, dentro de su profesión ¿Qué lugar ocupa la ética profesional? ¿Tiene Usted plena conciencia de que, lo que tiene en sus manos, es una vida... aunque el problema sea menor? ¿Es Usted conciente de que, un error, por acción u omisión, podría ser fatal?

Naturalmente no espero una respuesta de su parte, pero si lo invito a reflexionar, y le pido que rescate -desde el punto de vista humano- el ejemplo de sus colegas de antaño. Si, si... de ese médico que atendía a mi familia hace unos años; de ese médico al que no le importaba ni la hora, ni lo que estuviera haciendo, para correr ante nuestro llamado; de ese médico que "veía" a sus pacientes, con ojos de amigo o de padre, y no como si se tratase de un simple código a facturar a la Obra Social.

Usted me dirá que los tiempos cambiaron, y no lo voy a discutir... pero hay principios que deberían mantenerse inmutables ¿No le parece?. Por eso le pido una vez más que, antes de abrir la puerta de su consultorio, tome la sabia costumbre de ponerse de nuestro lado, e intente comprender lo que nos pasa por dentro, antes de llegar a Usted para pedirle su ayuda y asesoramiento profesional... ¡Porque, en definitiva, es nuestra vida la que dejamos en sus manos!

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¿Somos egoístas al priorizarnos?


Hace un tiempo, con una amiga, tuvimos una discusión acerca del lugar que debía ocupar en nuestras vidas, el hecho de priorizarnos.

Ella, madre de 3 pequeños, no podía dejar de ver en mi una gran cuota de egoismo, cada vez que yo ratificaba: “Primero yo, segundo yo, tercero yo”.

Pero para entender estas palabras hay que ir un poquito más allá.

Con Carina nos conocimos en nuestro primer año de facultad. Ella se casó inmediatamente y su primer hijo no tardó en llegar. Como suele suceder en la mayoría de estos casos, abandonó su carrera y comenzó a trabajar para ayudar a su esposo con los gastos del hogar. Poco tiempo después nació su segundo hijo, y por “sorpresa” llegó el tercero... ¡Y ya eran multitud! Así que decidió dejar su trabajo para dedicarse a la crianza de los pequeños.

Si los primeros años fueron dificiles, los que siguieron, lo fueron aun más. Carlos se quedó sin trabajo y tuvo que mudarse a otra ciudad para mejorar su situación económica, y así se convirtió en un padre y esposo “part time”.

Carina comenzó a sentirse sola, sin vida propia, “sin brillo” y eso la llevó no solo a la frustración sino a la depresión. Vivía para sus hijos y para un esposo que ya no estaba. El primero que manifestó aquella situación fue su cuerpo, porque empezó a engordar y su piel se opacó.

Digamos que, por correr tras su familia, había perdido el tiempo que necesitaba para ella.

Recuerdo sus gritos constantes por mantener “todo en orden”. Sus reproches a diario. Su cara de amargura. ¡Y luego su desplome!

Un día la vi tan triste que la senté frente a mi y le pedi por favor que reaccionara, porque no podía mejorar las cosas, si no comenzaba a respetarse, a quererse, a priorizarse.

Le repetí mil veces.... “Primero yo, segundo yo, tercero yo”.

Nosotros somos como una lamparita. Si estamos encendidos vamos a irradiar luz para que otros también brillen. Si estamos apagados, vamos a seguir -tanto nosotros como nuestro entorno- en penumbras.

No hay acto de amor más grande que el procurar sentirnos plenos, realizados, fuertes y llenos de vida... porque es sabido que, solo puede entregar lo mejor, quien tiene lo mejor para dar.

Si yo me siento mal, los primeros que van a sentir mi “mal-estar”, serán las personas a las que amo, porque en ellos recaerá mi ira, mi bronca, mi tristeza, mi frustración...

Carina pensaba que por haber entregado su vida a su familia, ésta, lo tenía todo. ¿Pero a qué precio? Sus hijos la escuchaban gritar todo el día, vivían en permanente estado de tensión y eran partícipes de las constantes discusiones entre sus padres. ¿Esto era dar lo mejor?

Si ella hubiese podido encontrar un equilibrio, o recuperar un poquito de su tiempo... todo hubiese sido diferente.

Siempre debemos tener nuestro tiempo... para leer, para escuchar música, para estar en silencio, para escribir, para ir a un gimnasio, para reunirnos -a solas- con viejos amigos, para ir de compras, para viajar, para desarrollar nuestra profesión o para luchar por algo que siempre soñamos... no se... ¡se me ocurren tantas cosas!

Lo cierto es que no necesitamos grandes milagros para ser felices, pero si necesitamos alimentarnos internamente y fortalecernos en lo pequeño de cada día para encontrar que todo tiene sentido.

¡Si yo estoy bien, todo está bien! No está en la cantidad de tiempo que entregamos lo importante, sino en la calidad de ese tiempo...

Para terminar me encantaría regalarles una reflexión... "Nunca hagan sacrificios por nadie, porque nadie los pide, y si los piden, nunca los agradecen. El hacer sacrificios, tan solo es un excusa, para seguir postergándonos".

Debemos darle a nuestra familia -y a nuestros afectos- lo mejor, y eso solo se logra habiendo encontrado un perfecto equilibrio en todas las áreas de nuestra vida: cuerpo, mente y alma. ¡Vale la pena intentarlo!

Pasion Gitana



Amplias mangas rojas nacían de sus hombros, y terminaban en sutiles volados de color blanco.

Colgó de sus caderas una pollera gitana, también roja. Y para cortar el magnetismo de aquel color y darle un toque oriental a su vestuario, eligió un soutién dorado brillante, del cual pendían un millón de lágrimas de cristal.

Se paró frente al espejo y terminó de definir los detalles de su maquillaje. Pintó sus labios de color rojo rubí. Y definió el color de sus ojos, para que acentuaran aun más su mirada.

¡Listo! Todo estaba listo. El escenario y aquella noche tan especial, la verían brillar –junto a su público- una vez más. La adrenalina era inevitable.


Madrid. 21 de junio de 2010.

El chasquido de sus tacones dio inicio a una revolución de movimientos en su vientre, los que sin querer, o queriendo a gritos, provocaban el seductor contorneo de sus pechos.

Luego, un giro lento de sus caderas, la desplazaron en sentido contrario a las agujas del reloj, y todos la vieron coquetear con su larga cabellera oscura, suavemente ondulada.

El salón, como de costumbre, estaba lleno. Su público era apasionado por el baile y entendido en esto de recibir del artista, cuerpo, mente y alma... en un solo instante.

Sus caderas continuaron jugando con cada movimiento que ella improvisaba; y sus manos -liberadas a la expresión más pura de sus fantasías-, la llevaron a él: moreno de facciones masculinas, de ojos cautivantes, que no parpadeaban, atónitos a su belleza.

Un giro la acercó a él y otro la alejó. Hasta que levantó sus brazos a la altura de sus hombros, y clavó sus ojos gatunos, profundos en aquel extranjero.

El tiempo se detuvo en aquel instante.

El venía de la tierra del mambo y el merengue, a entender esto de la pasión gitana, de la que tanto le habían hablado.

Por sus venas corría todo el ritmo de la música y no pudo permanecer sentado. Sintió que, más allá de las diferencias, valía la pena intentarlo.

Se paró en medio del público desconcertado. Se acercó a ella. Golpeó sus manos a un costado, se inclinó, apoyó una pierna en el suelo, y formó con la otra un ángulo de 90°. Y así, se dejó llevar por cada nota que desprendía aquella guitarra de sonido embriagador.

Ella bailó para él. Solo para él... durante un par minutos que fueron eternos. Bailó con movimientos que lo llevaron a desvariar.

El quería más, y no podía dejar de mirarla.

El sonido de las castañuelas lo hicieron reaccionar. ¡Tenía a la altura de sus ojos el vientre de aquella bailarina, que se desarmaba en lentas ondulaciones! ¡Un vientre que lo invitaba a recorrer cada centímetro de su piel!

De repente se levantó muy suavemente del suelo, y, espalda con espalda pero sin perder el contacto con su mirada, comenzaron a girar, uno alrededor del otro.

Ahora eran sus cuerpos los que se comunicaban. No hacían falta palabras. No hacía falta esfuerzo alguno para que se sintiera la pasión en el aire. Todos escuchaban el grito silencioso del deseo incontrolable que se había generado en aquel instante.

La vida se detuvo en ellos 2 y nadie hizo el menor ruido para que no se rompiera aquel clima de profunda intimidad.

De repente la música cesó furiosamente y ella se desplomó entre sus brazos. La luz se apagó y el ambiente quedó iluminado por las velas que rodeaban el escenario.

Sus corazones latían -al ritmo de los aplausos-. No pudieron apartar sus miradas por un instante, pero fue un cálido abrazo el que marcó la distancia y le permitió a ella continuar con su show.

El regresó a su mesa muy feliz. ¡Aquella noche, una más entre tantas, había sido la noche más sensual que había vivido en mucho tiempo!

Lazos rotos




Así como un amor intenso, o una simple ilusión, son capaces de poner el mundo en nuestras manos, la pérdida intempestiva de ese estímulo externo, por la razón que fuere, puede sumirnos en una depresión difícil de superar...

Hay 3 historias que quiero contarte...

Ayer, en la cola del supermercado, un hombre de unos 35 años de edad, recibió una llamada telefónica. Tras ella, todos los presentes nos convertimos en espectadores de su intimidad...

-"Yo no me voy hacer cargo de lo que hay en tu cabeza. Lo mío fue claro desde el principio. Estoy cansado de que me persigas y cuestiones... ¿No te parece que 3 meses de haber tenido una historia conmigo no te dan derecho a hacerme ningún reclamo?... La confundida sos vos... Pero está todo bien. Llamame cuando quieras y nos vemos."


Hace un par de semanas, una amiga salió de su trabajo, pasó por casa y me contó que su pareja, de la noche a la mañana, la puso frente a sí y le dijo que todo había terminado.

Le pregunté por qué, y me dijo que pudo entrever -en sus palabras y "motivos"- que él no aceptaba su vida y su éxito profesional. Le dijo que ella estaba más preocupada por ganar dinero que por alimentar la relación. Que no lo "atendía" como él esperaba y que como no se bancaba más esa situación, daba todo por terminado...

Ella me confesó que estaba desahuciada, que no entendía como podía ser tan duro después de haber vivido una relación como la que vivieron; que su postura no le dio opción a nada y que no sabía como iba a seguir después de esa desilusión. También me dijo: -"Pagué un precio muy alto por crecer y salir adelante, porque pagué con mi felicidad".


Y hoy, otra amiga, tras contarme lo que hizo el fin de semana, me djo: -"¡Qué frustrada me siento por haber querido resucitar a un muerto!"...

Ella, vivió una historia de desencuentros con su última relación. Muchas idas y vueltas, hasta que se cansó.

Si mi amiga tenía alguna duda de lo que sentía por él, este fin de semana -tras encontrarlo e intentar recuperar lo alguna vez vivido- comprendió que no quedaba nada...

- "¡Fue un error! Me dijo.... Estoy vacía... ¡No entiendo lo que sentí alguna vez por él!"

¡Y claro! Arrastró consigo la idea que tenía de él, pero su sentimiento ya no estaba y aquel "reencuentro", transformó un buen recuerdo en una gran desilusión.


........
Yo no voy a juzgar ninguna de estas historias, porque cada quien tiene la suya y cada parte defiende su postura.

Pero coincidirás conmigo en lo complejas que se volvieron las relaciones.

Tenemos demasiados motivos para no creer, no apostar, no acompañar, no negociar y huir... ¡Siempre huir! El tiempo se ha convertido en sinónimo de deterioro. Rompemos vínculos y volvemos a formar nuevos vínculos con heridas aun sangrantes... ¡y todo vuelve a ser un fracaso, porque no estamos bien!

¿No será que, en algún punto, nos hemos perdido a nosotros mismos?
Necesitamos frenar la marcha, redescubrirnos, curar heridas del pasado y liberarnos de todo lo que nos sigue dañando.

Debemos estar libres para amar y comprender que, compartir nuestra vida con alguien no es un juego. Hay cosas muy fuertes en el medio que podrían condicionar la vida de una u otra parte, para siempre.

También debemos ser conscientes de que no podemos dar lo que no tenemos, pero que tampoco podemos morir con lo que perdemos.

Puntos de vista a esto que planteo hay miles, pero para mi, la clave está en comprender que como es adentro es afuera. Que si no estamos plenos, nadie va a cubrir nuestras espectativas, ni llenar nuestros vacíos. Que si bien el cambio no es fácil, tampoco es imposible...

Y que un buen punto de partida podría ser, el intentar sacar, la basura, que tenemos en nuestra mente y en nuestro corazón. ¿No te parece?

¡Escapemos de nuestra zona de confort!


¿Sos de las personas que prefieren moverse en una zona conocida, sin arriesgar ni cambiar? ¿Te cuesta descubrir -cada día- un nuevo sentido para tu vida?

Si la respuesta es si ¡Sos mayoría!
Hoy te invito a intentar cambiar la estructura que -durante tantos años- rigió tu existencia. ¿Te animás? ¿Emprendemos juntos un viaje imaginario?


Bueno. Te propongo que dejes cualquier cosa que estés haciendo y que imagines que la silla sobre la cual estás sentado en este momento es algo así como una nave, que te va a permitir llegar más lejos de lo que alguna vez has imaginado.

Y como ahora todo empieza a suceder, te pido por favor que no te pierdas de los detalles.

Tu nave comienza a elevarse. Salís de tu casa/ departamento/ trabajo y podés ver el lugar en donde estás, pero desde arriba. Seguís elevándote. Ahora podés ver la zona completa. Y seguís y lo que tenés ante tus pies es tu ciudad. ¡Si! ¡Ese cuadrado perfecto que estás viendo en este momento es tu ciudad! Allí con emoción y a modo de juego empezás a descubrir las calles por las que transitás cada día y lo que lugares que solés frecuentar. Y con tu dedo y en pocos segundos comenzás a marcar el itinerario completo que realizás una y otra vez. Trabajo/casa/gimnasio/ supermercado/club...

Seguís elevándote. Ahora descubrís tu provincia… tu país… el continente… el mundo… ¡qué pequeño parece todo cuando cambias de perspectiva! ¿No?

De repente el mundo desaparece bajo tu asombro y te encontrás ante la inmensidad del universo en todo su esplendor… Y es en este punto que viste lo necesario como para regresar…

Ahora me gustaría que me cuentes que pasó por tu cabeza en ese viaje. Te cuento lo que me sucedió a mí la primera vez que pensé en esto. ¡Simplemente comprendí, a través de un juego, que vivimos el 95% de nuestras vidas encerrados en un cuadrado… que termina siendo imperceptible!

Nos movemos en una zona de confort que se vuelve nuestra “cárcel al aire libre”. Los mismos lugares, los mismos trabajos, las mismas personas, los mismos círculos, los mismos hobbies ¡los mismos paradigmas condicionándonos una y otra vez!

¡Y todos -tarde o temprano- caemos en los mismo! ¿Y por qué?

Mirá este ejemplo… Nos aferramos a un trabajo, y pensamos que es la última oportunidad que va a llegar a nosotros. Sin ir más lejos, hace unos meses, mientras viajaba a Rawson, pude escuchar la conversación que mantenían 2 personas que estaban al lado mío. Una de ellas le decía a la otra, -“¡Estoy hecho! ¡Logré entrar a “tal lugar” y de ahí nadie te despide!”.

Yo lo miré. Tendría alrededor de 25 años, pero ya había condicionado su vida para siempre. ¿Te imaginás haciendo lo mismo que estás haciendo hoy, pero indefinidamente? ¿Te imaginás sabiendo como va a ser el resto de tu vida?

Lamentablemente este es un mal generalizado, porque si bien somos seres ilimitados, y fuimos concebidos para vivir en plena abundancia, estamos condicionados a una vida limitada, porque así son nuestros pensamientos… y porque así nos enseñaron a ser.

Y como somos carentes, no queremos arriesgar. Nos dan miedo los cambios. Si encontramos una zona de seguridad allí nos quedamos, porque estamos seguros, porque tenemos todo bajo control. Porque nuestro ego nos dice que ahí todo está bien. Que si nos movemos, a lo mejor nos podemos caer… y que si nos caemos, a lo mejor nadie nos va a levantar.

Y así es siempre.

¿Pero que hay del resto? ¿Qué hay de los lugares que nos quedan por conocer? ¿De los sabores que nos quedan por probar? ¿De las cosas que nos quedan por aprender? ¿De los caminos que nos quedan por recorrer? ¿Y qué hay de los sueños que nos quedan por conquistar? ¿Y qué hay de nuestro potencial para aprender nuevos oficios o profesiones y que nunca llegamos a desarrollar? ¿Y qué hay de nuestras ganas por conquistar el mundo… si siempre estamos parados en el mismo lugar?

Podemos hacer y equivocarnos, y eso está genial, porque al menos lo intentamos. El error forma parte del aprendizaje, de la osadía, de la valentía por “ser” eso que queremos ser. No se equivoca quien nada hace… lo dice todo el mundo... ¡Y es así!... ¿Entonces a qué le tenemos miedo?

Para conocer la vida, debemos explorar la vida, como niños aventureros. Debemos capitalizar emociones. Debemos animarnos a nuevos desafíos. Debemos asumir nuevos retos y apasionarnos por nuestros logros. La pasión nos invita a seguir conquistando nuevos espacios. Debemos caer para aprender a levantarnos ¡La zona de confort NO sirve para crecer! ¡Solo sirve para sobrevivir!


Y vivir una vida tan solo para sobrevivir, es malgastar una vida que puede ser plena e ilimitada… del principio al final… ¿No te parece?

¿En qué punto nos convertimos en aquello que repudiamos?



A Juan Cruz lo asaltaron hace unos meses. Eran las 11 de la noche y se encontraba saliendo de un cajero automático, cuando -2 sujetos armados-, lo redujeron fuertemente a golpes. En el momento en que les entregó todo lo que tenía, los delincuentes escaparon sin rumbo.
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Este hombre, preso de miedo e indignación, quedó paralizado un instante. Muchas preguntas pasaron por su mente y la falta de respuestas lo llenaron de odio. De un odio más fuerte que el dolor físico, que le habían dejado los golpes. ¡Pudo haber muerto en manos de desconocidos!
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Se levantó como pudo, y fue hacia la comisaría más cercana para hacer la denuncia. Al llegar tuvo la certeza de que la burocracia iba a “tragar” su caso. ¡Y así fue! Pero, al menos, pudo reconocer a sus agresores.
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Estando en su hogar, decidió que las cosas no podían quedar de esa manera. ¡Y que él haría justicia por sus propios medios!Fue así que preparó, cuidadosamente, una estrategia. Su mente disparaba un millón de ideas por minuto. Ubicó el paradero de los individuos. Estudió sus movimientos y, cuando lo consideró oportuno, hizo su ataque. ¡Pero claro! ¡Esta vez no se encontraba solo!
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¿Se dieron cuenta de lo que sucedió?
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Cuando Juan fue agredido, no pudo manejar sus emociones y -a pesar de que repudiaba la agresión- encontró en la agresión una manera de vengarse por lo que le sucedió. Digamos que, la víctima, terminó convirtiéndose en victimaria o bien, en aquello que tanto repudiaba.
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¡Es increible la cantidad de veces que nos sucede esto! Pagamos dolor con dolor, agresión con agresión, e infidelidad con infidelidad... solo como para mencionar algunos ejemplos.
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Pero este comportamiento individual puede trasladarse -con mucha facilidad- a comportamientos generales, de toda una sociedad o de todo un gobierno. De lo micro a lo macro. Y el ejemplo más gráfico lo constituyen las guerras.
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¿A quién se le ocurrió que la paz se logra a través de la guerra? ¿A quien se le ocurrió que el terrorismo se combate con terrorismo? ¿Cual es el punto en el que la cordura se convierte en locura?¿Está en la agresión que manifestó Juan, la solución a lo que le sucedió? No lo creo. Si bien es cierto que a veces uno se encuentra indefenso ante sistemas que no funcionan... o de una justicia que nunca llega, o de situaciones injustas e irracionales, también es cierto que, la agresión solo trae más agresión.
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A través de ella podemos aliviar una emoción negativa, en este caso de odio, ira o rencor, o calmar a nuestro ego que nos pide actuar, pero nada más. La agresión sólo siembra la semilla para un nuevo ataque.
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Mi propuesta, es que analicemos cómo están las cosas en nuestras casas, en nuestros círculos de amigos, en nuestros ámbitos laborales o donde fuere, y que traslademos este caso que hoy comparti con ustedes.
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Los invito a pensar en el por qué los malos momentos, o las malas experiencias, siguen sucediéndose una y otra vez... ¿en donde estamos fallando? ¿a lo mejor en nuestra reacción? ¿o en nuestro intento por solucionar esos problemas que nos aquejan?
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Si cada persona que está frente nuestro, intenta ser un espejo en el que nos podemos mirar... la mejor forma de romper con lo malo que nos sucede a diario, es reconcernos en ese espejo e intentar cambiar lo que no nos gusta. Cambiando en nosotros, aquello que repudiamos en otros, o en las circunstancias, todo comenzaría a modificarse.
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La trampa del miedo



¿Qué tienen en común un violador, un asesino, un golpeador, un agresor verbal, un loco manipulador, un represor y cualquier otro “bicho” de esta especie?
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Pensemos un instante.
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En todo acto de violencia, siempre existen dos partes. Al menos dos. Una de ellas es quien ejerce la agresión, sea física o verbal. La otra parte, es quien recibe esa agresión y la transforma -para sí o para su contexto inmediato (generalmente sus afectos)- en un daño físico, mental, emocional, etc., muchas veces irreversibles. Podríamos decir que, esta última es la “víctima” de tal enferma conexión.
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¿Recuerdan cuando, de chicos, nuestros padres nos asustaban con el “viejo de la bolsa” o “los fantasmas” o “el viejo de la carretilla” o con tantos otros personajes sacados de la galera?
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Naturalmente no había en ellos intención de dañar nuestra psiquis, pero si de manipular nuestra acción. Ellos sabían que, por miedo a encontrarnos con esos “enemigos invisibles”, nosotros... o nos acostaríamos temprano, o dejaríamos de pelear con nuestros hermanos o haríamos la tarea sin chistar. Digamos que, a través del miedo, ellos encontraban la mejor forma para hacernos ceder en nuestra postura.
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¿Recuerdan cuando, de adolescentes, nos encontrábamos presos a las decisiones de los “más fuertes o populares” del grupo? ¿A las decisiones de esos “líderes” que podían inducirte a las drogas o el alcohol en un abrir y cerrar de ojos, si uno no tenía una buena base familiar?
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Pero no nos vayamos tan atrás en el tiempo. Pensemos en nuestros trabajos. ¿Nos hemos encontrado, en alguna oportunidad, con cierto tipo de “acoso o persecución” laboral? ¿Una situación en la que, por miedo a perder nuestro empleo, tuvimos que bajar la cabeza -y a veces actuar en contra de nuestros propios principios- frente a la irracionalidad o tiranía de quien -en ese momento- se encontraba por encima nuestro en jerarquía o cargo, creyendo ser “Dios”, cuando en realidad era tan solo un miserable con poder?
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Y miremos nuestras relaciones. ¿Cuantas veces hemos cambiado una decisión, que podría habernos cambiado la vida, tan solo por una manipulación emocional de nuestras parejas?
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Y no hablemos de los casos en los que un asaltante, un violador o golpeador compulsivo logra el cometido con su víctima, arruinándole la vida, en el mejor de los casos.
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Buscando -y encontrando- ejemplos podríamos pasarnos un día entero y parte del otro, porque vivimos en una sociedad violenta e insegura.
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Pero siempre es igual. En todos los casos que hoy pusimos sobre la mesa, podemos observar lo mismo. Una parte pidiendo, exigiendo y obligando a la otra. Y la otra parte dando y cediendo sin cesar. El nexo entre ambas es un acto de violencia, frente al cual, el segundo grupo, cede por miedo.
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El miedo, entonces, es el disparador que coacciona contra nuestra voluntad.
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¿Pero saben cuando se disipa? ¿Cuando se esfuma esta ilusión en la que nos encontramos presos? Cuando miramos al agresor a la cara, sea quien fuere... y le decimos, desde nuestra más absoluta fuerza interna... “¡TU NO PASARAS!”.
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No olvidemos que, quien logra su cometido a través de la violencia, es una persona insegura e incapaz de conseguir algo por otro medio. Pero la violencia se corta cuando no logra su cometido, cuando el espejo no le devuelve la imagen que esperaba.
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Si la supuesta víctima, vibra más alto y fortalece su espíritu aferrándose a la fuerza de su voluntad, entonces el agresor “desaparece”, porque se corta el círculo de la agresión, ante la falta de respuesta, de ratificación.
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Un hombre que agrede a una mujer, si no encuentra en esa mujer la respuesta de sumisión que esperaba, si la mujer se planta y le muestra su fuerza e integridad, entonces el hombre solo queda como un estúpido frente a tal circunstancia. Lo mismo sucede cuando un empleador, pretende que sus empleados anulen su voluntad o raciocinio, para hacer las cosas tan solo a su manera, aunque esto lleve a toda una institución a la auto destrucción. Un solo empleado que le demuestre cual es el verdadero poder, desestabiliza a ese tirano, a quien le espera una larga caída.
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Cuando alguien quiera meterse con tu voluntad, o con tu libre albedrío, o con tu esencia humana... con esa esencia que te permite ser, como quieras ser, donde quieras ser y cuando quieras ser... entonces, miralo a los ojos profundamente y demostrale, sin palabras, tan solo desde tu vibración que nadie ni nadie podrá doblegarte.
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Te vas a dar cuenta cómo, de a poco, todo lo que te causa daño, irá quedando en el pasado, porque estarás creando un nuevo presente...
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Sergio Denis nos habla de la felicidad




Una de las cosas que más disfruto en mis tiempos libres es escuchar música en vivo. Sin dudas ¡esa es mi salida favorita!
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En un teatro, en un estadio, en un resto bar, en un pub o en un parador -a orillas del mar-... la adrenalina que genera el artista en el escenario -o entremezclado con la gente- y la energía del público, en simbiosis con ese show, es la misma. A lo mejor eso es lo que me hace regresar, una y otra vez...
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Recuerdo a Sergio Denis cuando, hace unos 4 o 5 años, se presentó en un teatro de la ciudad de Trelew, ante una multitud ansiosa por recordar sus viejos temas. En esa ocasión, y como no podía ser de otra manera, fui con mamá... ¡Compartirlo con ella era un placer del cual no me podía privar!
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Nos sentamos en la primer fila y nos olvidamos del tiempo.Todo el espectáculo fue perfecto. Las luces, la decoración del escenario, los colores, la música y, por sobre todo, el clima que se iba generando canción tras canción, sonrisa tras sonrisa. Pero, el momento más emocionante de la velada, fue el momento en el que él se detuvo y nos habló sobre la felicidad.
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Nunca pude olvidarme de aquellas palabras.
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Sergio contó que, de pequeño, él soñaba con ser un gran artista. Soñaba con ver estadios repletos de gente y ser muy famoso. Pero, en el lugar en el que vivía, se encontraba lejos de toda oportunidad.
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Pasaba horas observando al tren que iba a Buenos Aires Capital y un buen día decidió que, si no comenzaba a luchar por su sueño, nadie lo haría por él.Colocó algo de ropa en un bolso, tomó su guitarra y se subió a ese tren, con lo poco que tenía, buscando una oportunidad.
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Al llegar, naturalmente, todo le resultó muy difícil. ¡Y claro! ¡Se encontraba en la gran ciudad!
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Comenzó a tocar puertas, a recorrer bares y a cantar para públicos reducidos.Todo iba bien, pero había algo que no lo abandonaba... una profunda tristeza y soledad. No lo entendía.
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El contó que, cada vez que terminaba un show, regresaba a su hotel y lloraba amargamente, sin poder controlar aquella emoción. Pensó que, a lo mejor, necesitaba más tiempo y que -con su crecimiento- vendría su felicidad.
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Los estadios fueron cada vez más grandes, pero su angustia era la misma. Pensó entonces que, a lo mejor, estaba equivocado. Que lo que necesitaba para ser feliz y dejar atrás el dolor, era convertirse -de una buena vez- en un gran artista; en un artista conocido por todo el mundo, capaz de llenar grandes estadios.
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El tiempo fue pasando. Y su sueño se hizo realidad. Llenó un primer Gran Rex, al que le sucedió otro y otro y otro. Según sus palabras, todo aquello había superado sus más grandes fantasías. Ante sus ojos había una multitud inmersa en la oscuridad de aquel estadio, bailando con las manos en alto y sosteniendo encendedores prendidos.No lograba distinguir sus rostros, tan solo sus voces. ¡Todos cantaban sus canciones!
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Dijo que la voz de todos ellos tapabas incluso, su propia voz. Y una ovación los llevaba a otra ovación. Y una canción a otra más.- “¡Ahora si!” Pensó... “Esto es más de lo que siempre eh soñado. Ya no tengo motivos para sentirme triste. Logré mucho más de lo que esperaba”.
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Pero, al llegar al hotel, volvió a romper en llanto y a sentirse invadido por una profunda tristeza. ¿Como podía ser eso posible? Sintió que no era merecedor de tantos logros, porque no era capaz de disfrutarlos. ¡Cuantos darían todo por tener lo que él tenía, y él no lograba apartar el vacío y la tristeza de su vida!
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Llegado a ese punto se preguntó en dónde estaba fallando. ¿Donde estaba la verdadera felicidad? ¿Qué debía lograr para obtenerla? ¿Y si dejaba todo atrás y regresaba a su pueblo? ¿Y si ese mundo no era para él?
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Y fue entonces que comenzó a correr por su mente, algo así como una secuencia de imágenes. Su infancia, sus primeras canciones, sus amigos, su madre amasando el pan, su familia, sus sueños, sus ganas de llegar a la capital, ese tren que lo acercó a sus sueños, cada bar recorrido, cada puerta golpeada, la gente que lo acompañó desde el principio, su público incondicional, las críticas, los aplausos, las sonrisas y ahora los estadios a pleno.
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¡Cuantas cosas! Al darse cuenta de todo eso comenzó a invadirlo una profunda emoción y volvió a llorar, pero esta vez de felicidad por todo lo maravilloso que había vivido y que no había podido percibir. Comprendió, por primera vez, que su felicidad no estaba en alcanzar un determinado destino, sino en el camino que debía recorrer para llegar a él.
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Allí, en cada logro, en cada demostración de afecto, en cada persona que había confiado en él, estaba la magia de su vida. ¿Y qué era más importante que todo eso?
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Desde entonces no volvió a sentir nunca más esa tristeza que lo paralizaba.
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Hoy me quedo con esta reflexión: Debemos disfrutar “exageradamente” de cada cosa que nos suceda, sin esperar grandes milagros. Vivir ya es un gran milagro y tenemos la vida entera a nuestra disposición.
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Las mayores satisfacciones no se encuentran tan solo en los objetivos logrados, sino en casa cosa que debemos hacer para llegar a ellos. Nunca olvidemos que, si tenemos nuestro corazón abierto, nuestro camino nos deparará grandes sorpresas, aun en las pequeñas cosas de cada día.
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Un viaje a Salvador de Bahía y el comienzo de una nueva vida


I)

Era el primer día del resto de su vida. Así lo había decretado, así lo había decidido aquella noche en la que, todo cambió, por un capricho de su destino ¿Quién sabe? A lo mejor para empujarla a vivir la aventura más grande de su vida.


33 años que no volverían, pero que, -sin embargo- se proyectaban en una mar de emociones. ¡Ese era el panorama! Lo demás estaba impreso en una hoja en blanco; en una hoja que ella misma debería descubrir a fuerza de puño y letra. Perdón. A fuerza de prueba y error. A fuerza de su más viva experiencia.


Era la 01:30 de la madrugada de un viernes intenso. El taxista que la dejó en el aeropuerto, la despidió con una sonrisa cómplice que encerraba un enorme deseo de “suerte”.


Faltaban tan solo 15 minutos para que el avión partiera a Salvador de Bahía, Brasil, con escala en Buenos Aires. El pasaje que sostenía entre sus manos le recordaba, una y otra vez, todo lo que estaba dejando atrás. Una familia que, a fuerzas de lágrimas, tuvo que comprender la importancia de este viaje; un trabajo lleno de mediocridad, de gente sin compromiso, de oportunidades que nunca llegaban; un amor que había sido su más cruel martirio, pero que la había hecho feliz… como pudo y como supo…; y amigos, muchos amigos que habían aceptado su decisión, tan sólo porque era lo mejor para su futuro.


Este viaje era para ella una gran oportunidad.


Sus ojos recorrieron, una y otra vez, cada rincón de aquel aeropuerto, y se posaron incesantemente en las miradas distraídas que cruzaba sin querer. Era extraño pensar que, de aquello, todo sería la última vez.


Una voz cálida anunció la partida del vuelo y por su cuerpo corrió mucha adrenalina. El momento había llegado, ya no existía la posibilidad de volver atrás. Sus ojos, como no podía ser de otra manera, se ahogaron en lágrimas. Y, con un fuerte abrazo, -dibujado en su corazón- se despidió de toda la gente que amaba pero que en ese momento no estaba allí. Había preferido estar sola, para no hacer más difícil el adiós.


Las despedidas tenían esa cuota de nostalgia que, de alguna manera, terminaban opacándolo todo. Ella comenzaba a luchar por un sueño dibujado en el paraíso y eso era increíblemente seductor. Eso sólo justificaba todo lo demás.


Para los reencuentros, las comunicaciones y todo lo demás, sobraba el mañana.


II)

El avión despegó a la hora estipulada. Abajo, las luces de la ciudad brillaban como su mirada. Y arriba, las estrellas se acercaban a una velocidad estrepitosa. Trataba de imaginar como sería Salvador de Bahía, pero su imaginación moría en su ignorancia.


¡Sencillamente no conocía Brasil y su elección había sido al azar! Ahora tan solo deseaba conquistar esa tierra de aventuras; de un sol tan exuberante como su gente; de sonidos a carnaval galopando en el aire; de risas embriagadoras y de hechizos de mar, en noches de luna llena.


Así que todo era cuestión de esperar y de rogar porque -aquel impulso- que la había llevado a arriesgar su presente, no fuese un error del que después tuviese que arrepentirse.


¿Y si esta aventura era una locura? ¿Y si Brasil no era lo que imaginaba? ¿Y si quería regresar y no podía?


Naturalmente, y tal como siempre lo había hecho, borró de su mente toda posibilidad de fracaso. Las cosas saldrían muy bien, porque ése era su deseo más íntimo, porque así lo había decretado, y porque en esto se estaba jugando su destino.


Luego del eterno discurso de la azafata, intentó leer aquel libro de Chopra que -su madre del corazón- le regaló como amuleto y puntal para los momentos difíciles, llamado Sincrodestino, el cual comenzaba con la siguiente pregunta: “¿Si supieras que los milagros se hiciesen realidad, cuales pedirías?”


¡Huy! ¡una pregunta que invitaba a horas de imaginación! Pero su pensamiento y su atención estaban en otro lugar. No en aquellas páginas, ni en aquellas reflexiones. Definitivamente ese no era el momento para leer nada. Estaba muy agotada como para hacerlo.


Así que, bebió la copa de champaña que le habían obsequiado a modo de bienvenida, y cerró sus ojos, entregándose a su vida vivida hasta ese momento. Necesitaba repasarla, capítulo a capítulo, porque sabía que, cuando despertase y bajase del avión, todo quedaría en aquel cielo mágico… Su infancia, su adolescencia, sus padres, sus amigos, sus amores, sus logros, sus fracasos, sus miedos, sus alegrías, sus trabajos, su país conocido a medias, su historia y sus sueños...uno a uno...


La caída de una estrella fugaz, le recordó las palabras de su amigo que, días atrás, le insinuaron sin querer su decisión: “hay que desear las cosas con muchas ganas para verlas convertidas en realidad”… ¡y si! Hay que desearlas pero también hay que hacer lo propio, pensó.


Sacó el mp5 que traía en su bolso de mano, y se internó –a través de la música de Alexander Pires- en el corazón de Brasil.


Cerró los ojos y sintió una enorme plenitud al descubrirse capaz de romper barreras y miedos y traspasar horizontes, todo con tal de darse una nueva oportunidad... de encontrar una nueva vida a los pies de un nuevo mundo...
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Lo peor de la gente mala es el silencio de los buenos



"Sobres por debajo de la mesa", coimas. Mobbing laboral. Sobre facturación en la venta de bienes y servicios. Maltrato. Desigualdad e irracionalidad. Mentiras y fraudes. Profesiones que se compran. Impunidad. Funcionarios mediocres. Empleados que se venden por un puesto mejor. Traición y deslealtad. Prostitución de valores y una sociedad que se cae a pedazos junto a sus principales instituciones, gracias a la corrupción que crece y está a la orden del día.


¿Como llegamos a esto? ¿Como explicamos o justificamos lo que nos está sucediendo?


Sin dudas, la gran mayoría de nosotros desea un país diferente, y me incluyo. Un país en el que se premie el esfuerzo, la capacidad y las ganas de hacer. Un país en el que la distribución de sus riquezas sea justa y equitativa. Un país en el que, gracias a sus recursos, sobren las oportunidades. Un país en el que se dignifique la vida, se acepten las diferencias y se encuentre un lugar para todos. Un país en crecimiento y con un futuro brillante.


Sin embargo, tenemos un país desbastado, saqueado y "usurpado" por quienes tienen en sus manos la posibilidad de cambiar su rumbo. Sectores tradicionales reclamando lo suyo, versus, el enfrentamiento de un gobierno que se pone la bandera de los más carenciados, sin saber de qué habla. Ignorantes con poder, versus, la sensatez de quien busca dignificar su trabajo diario. Frustración de quienes no saben ni dejan hacer, versus, gente que quiere hacer y no puede avanzar, por las piedras que encuentra en su camino.


¿Hasta cuando vamos a seguir siendo meros observadores de este país que se encuentra en picada?


Ya estamos en el 2010... y cuando hago memoria, recuerdo las fantasías que tenía de niña. Recuerdo que, pensar en el 2000 me deslumbraba porque sentía la majestuosidad de todo lo maravilloso que se estaba gestando en algún lugar. Pensaba en el 2000 e idealizaba un mundo de "otro mundo". Un mundo absolutamente desarrollado, dominado por la tecnología, sin pobreza ni guerras, con "carreteras aéreas", con universidades virtuales y ciudades impactantes y ¡mil cosas más!.


Pero ya estamos en el 2010 y nada de eso sucedió. La pobreza sigue creciendo; el subdesarrollo se acentúa; las guerras no cesan; el poder sigue mal-entendiéndose; la ignorancia prima; los "sin techos" usurpan tierras del Estado y el Estado en lugar de dialogar, reprime; y el miedo es la excusa de nuestro accionar.


Ya estamos en el 2010 y seguimos siendo cómplices de los corruptos que nos roban en la cara y nos agreden desde sus actitudes...


¿Hasta cuando lo vamos a permitir?


Hace unos días fui a ver a Enrique Pinti al teatro y -entre otras cosas y en otros términos- habló sobre esto. Y dijo algo muy cierto: Los malos hacen mucho ruido, aunque sean pocos... Y los que queremos un cambio, los que nos levantamos temprano a la mañana para ganarnos el pan de cada día, y los que luchamos -en silencio- desde nuestros lugares para lograrlo, aunque seamos muchos más, no "sonamos", porque lo bueno no vende.


Pero la culpa es nuestra, porque, por comprar sólo lo malo que nos sucede a nivel social, seguimos ratificándolo una y otra vez. Y, de esta manera, seguimos alimentando a ese gran "monstruo", que no vacila a la hora de destruirnos.


Una vez escuché decir a alguien que, lo peor de la gente mala es el silencio de los buenos... y coincido plenamente con esa aseveración. El callar y aceptar es otra forma de complicidad.


Si queremos un cambio, debemos trabajar en él, con fe. Debemos comenzar a enfrentar, desde nuestra adultez, eso que nos duele o molesta. Debemos expresarnos y exigir respuestas a quienes están en las más altas esferas del poder, porque en ese lugar los hemos puesto nosotros para que resguarden nuestros recursos y velen por nuestra seguridad y desarrollo.


No existen los imposibles. Creo en la honestidad, creo en ese modelo de vida que me enseñaron mis padres cuando era muy pequeña. Y no me importa pecar por ingenua (los niños, desde su ingenuidad, logran revertir el mundo que gira en su entorno).


Entonces, ¿por qué no intentamos cambiar el espejo en el cual nos miramos, pero de verdad, sin miedos, ni censuras? ¿Por qué no intentamos salir de esta crisis sin conformarnos a lo que está preestablecido y nos dominó hasta el día de hoy? ¿Por qué no nos liberamos de esta parálisis que nos impidió luchar, por nuestros derechos, durante tantos años?


Podemos equivocarnos a la hora de actuar. Si. Nadie está libre de cometer errores. Pero -aun así-, hacer algo, lo que sea, nos pone en el camino correcto...


Mirarse en el espejo del alma



Vida tras vida solemos repetir ciertos patrones de conducta, duplicar experiencias, sufrir los mismos dolores o cometer los mismos errores. ¿Cuando se corta este ciclo? ¿Cuando comenzamos a revertir nuestro destino?


Sin dudas, muchas veces, nos hemos preguntado el porqué y el para qué de nuestro paso por el mundo. ¿Se trata de crecer? ¿Se trata de evolucionar? Y cuando lo logremos... ¿qué?


Estas preguntas -y muchas otras- nos han convertido en auténticos “buscadores”, sino basta con que miremos en cada seminario/charla/taller dictado sobre espiritualidad, la gran cantidad de personas que se suman a ellos.


Pero esa búsqueda nos ha generado una gran duda al mostrarnos diversos caminos. De allí surge, indefectiblemente, la siguiente pregunta ¿por donde debemos comenzar?


Un buen punto de partida y en el que coinciden todas las teorías y prácticas, sería el dejar de buscar afuera, y comenzar a explorar por dentro... justo allí, donde no habíamos mirado antes...


Y de esto nos habló Miguel Angel Sotés, en el salón azul del Diario El Chubut, de la ciudad de Trelew.


Ustedes se preguntarán... ¿Qué son los Registros Akáshicos? Bien, esta es una introducción al tema:


“AKASHA es una palabra de origen sánscrito, que se utiliza para denominar un plano de la conciencia cósmica que actúa como archivo, en el cual se encuentran grabados o registrados todos los eventos, situaciones, pensamientos, emociones y acciones de un ser. Allí esta registrada toda la historia del planeta, así como toda nuestra historia personal. Allí se halla escrito el propósito de la Vida, así como el programa de nuestro destino futuro, según nuestro karma o aprendizaje.


Estas “memorias” revelan situaciones que en el presente ayudan a esclarecer el por qué de nuestras elecciones, experiencias de vida, vínculos, pues están formadas por una multitudinaria masa de información acumulada, encarnación tras encarnación.


Cada uno de nosotros al desprendernos de la Fuente e ingresar en los diferentes planos de la materia, emitimos un sonido o tono propio. Este sonido, que tiene resonancia con nuestro nombre elegido en esta encarnación, es el que nos permite acceder a la información álmica individual.


Como no tenemos conciencia aun de ese sonido, la fuente o Dios, por intermedio de las Conciencias que rigen al plano Akáshico, nos han proporcionado una llave simbólica: una ORACIÓN SAGRADA, con la cual podemos acceder a ese plano. Esta oración llega a nosotros gracias a su guardiana, la señora Mary Parker (USA) quien tiene su guardianazgo desde hace más de 30 años.


El trabajo de Registros hoy en día es de gran profundidad para aquellas personas que están dispuestas a “mirarse en el espejo del Alma” para remover, liberar y sanar todos los Acuerdos y Contratos Almicos, muchas veces alojados en nuestra memoria celular, revisar las situaciones kármicas y conocer el propósito de nuestra vida para nuestro Mayor Bien y de todos los que nos rodean”.


Interesante ¿no? Sin dudas lo es. Pero lo que me gustaría hacer ahora, es compartir con ustedes algunas de las conclusiones a las que arribé en la charla:


(Ser Humano = Ser Divino) Somos Dioses olvidados de nuestra divinidad y vivimos tan solo para reencontrarnos con esa verdad esencial, vida tras vida, encarnación tras encarnación. Y esta gran búsqueda que forjamos cada día, en la cual pretendemos descubrir quienes somos, de donde venimos, hacia donde vamos y cual es nuestra razón de ser, no es más que la búsqueda del “camino de regreso a casa”.


(La trampa del Ego) Pero el ego, pensado tan solo para un momento de nuestra existencia, con vida propia, nos obnubila, condicionándonos y limitándonos a un tiempo de miedos, restricciones, carencias y sufrimiento, a través de sus juicios y apreciaciones; cuando en realidad nuestro esencia -buscando su fuente- es libre, aguerrida, atemporal y de infinita luz.

Luchamos consciente o inconscientemente contra el ego, pero -como forma parte de nuestra humanidad- no podremos librarnos de él mientras estemos en este cuerpo físico. La clave, entonces, está en comprender que carece de fuerza y entidad en el plano de nuestra espiritualidad. Y que morirá con nuestro cuerpo.


(Justicia humana versus Justicia álmica) Y que nada de lo que sea juzgado en la tierra será juzgado en otro plano, porque todo forma parte del proceso evolutivo por el que debemos atravesar. ¡Cada uno elegirá la experiencia que desee vivir! Y el resultado de esas decisiones y acciones (provenientes del libre albedrío) se verá reflejado, en el mayor o menor tiempo de permanencia en este mundo, en este plano... y en las experiencias que pactemos vivir -a priori- para corregir nuestras acciones... algo entendido por muchos como Karma. Tomando plena consciencia de esto podremos elegir cortar con el sufrimiento y elegir el camino del “no dolor” para crecer...


(Acción y Reacción) Alguien preguntó en la charla lo siguiente: - “¿Cómo puede concebirse que alguien decida nacer para sufrir?” La respuesta que capté fue simple. Entendiendo la vida como un juego, y pactando nuestras relaciones antes de nacer, algunos nos ayudarán en nuestra evolución asi como nosotros podremos ayudar a otros en su evolución. De esta manera encontraríamos un sentido a lo que antes considerábamos irracional, como el dolor, las experiencias nefastas, las miserias humanas, las guerras, etc... ¡A veces, necesitamos mirarnos en el espejo del otro, para reaccionar y cambiar! ¿Injusto? ¡Solo para nuestra apreciación que viene desde el ego! Todo tiene una razón de ser y la vida dura un suspiro en el tiempo. Nuestro mayor problema es el buscar siempre entender cada porqué... cuando solo debemos confiar y dejarnos guiar. ¡Siempre hay un maestro apoyando de cerca nuestros pasos!


(Registros Akáshicos y la posibilidad de cambiar) A veces creemos que las experiencias pasadas solo nos sirven para formar nuestra historia... pero ¿qué tal si las usamos para cambiar nuestro presente y con ello alterar nuestro futuro? Revolviendo en nuestra “historia álmica” podremos entender el por qué de lo que nos sucede y atormenta en el presente. ¡Nuestro libre albedrío juega, una vez más, un papel trascendental! ¡Podemos cambiar cuanto nos sucede... pero depende de nuestra decisión!

Para una buena apertura y lectura de nuestros registros debemos acudir a un maestro responsable e idóneo en la materia.


Pero bueno... este es un camino más entre muchos otros. Nuestra inteligencia espiritual nos dirá cual es el mejor para nuestras vidas. Porque a veces alcanza con una simple meditación a orillas del mar, una oración, o la mirada de la persona a la que amamos para que nuestra alma se expanda y nos muestre nuestra historia hasta el año cero. ¡No hay un patrón que se repita en todos los seres humanos! La clave está en buscar, explorar y disfrutar de las experiencias que nos toquen vivir...