Las Historias de Ibrahim

¿Y si cerramos el círculo del odio?

Comodoro Rivadavia- PATAGONIA ARGENTINA


Seguramente en tu espacio existen “guerras declaradas” que suelen alimentarse a diario con quejas, reproches o malas actitudes; situaciones críticas que no te permiten discernir con claridad el camino a seguir, o bien… te toca compartir el camino con seres “difíciles”, que distan mucho de compatibilizar con tu persona.


Todo eso está muy bien si comprendemos que todo tiene un porqué.


En este último tiempo eh visto como una avalancha de sucesos nos ha quitado el equilibrio en el que solíamos encontrarnos. Ese equilibrio aparente, que, irónicamente no deja de moverse, recordándonos que nada dura para siempre, y que todo depende de un punto de vista.
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La crisis mundial. Las nuevas pandemias. La violencia en nuestras calles. Nuestras crisis personales. Los nuevos valores sociales ¡y así podríamos seguir por horas!
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Te cuento algo. Hace unos días estuvo en Trelew Julio Bevione con su seminario “Más allá de la crisis”… y fue maravilloso escucharlo, porque –a pesar de que mucho se habla sobre espiritualidad- pareciera que nunca es suficiente, dado que estamos plagados de mensajes explícitos y subliminares, que nos alejan de nuestro camino, haciéndonos repetir -una y mil veces- los mismos errores.
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Dejame que te explique un poco más. El ser humano, si bien es un ser espiritual, actúa generalmente desde su ego.
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Pensemos un instante. Nuestro espíritu se encuentra atado a la esencia misma de nuestro ser, a la fuente divina, a Dios o como quieras llamarlo ¿estamos de acuerdo?. Entonces, quien se encuentra atado a la oscuridad, es el ego. La oscuridad implica no ver, por ende, la oscuridad conlleva al miedo.
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En el ego, se escuda nuestra personalidad, nuestros miedos, nuestros “no puedo”, nuestros prejuicios, nuestra propia idolatría, nuestros caminos conocidos, nuestros modos de hacer, decir y hacer.
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Y como la mayoría de veces preferimos no salirnos de nuestro espacio conocido, terminamos actuando siempre bajo un mismo patrón de conducta. Y es por eso que nos cuesta salir de nuestros problemas, y es por eso que nos volvemos reincidentes en las experiencias que nos toca vivir… y nos da la sensación de estar atrapados en un laberinto sin salida.
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Pero esto logra una sola cosa… que nuestro poder quede en manos de terceros, de las circunstancias o de nuestro propio ego. Y cuando pasa esto perdemos nuestro centro y nuestra capacidad de transformar nuestra existencia.
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En uno de los espacios en los que me muevo, hay una especie de “crisis humana”. Nos hemos vuelto agresivos, intolerantes, hemos dejado de sonreir, de proyectar, de apostar, de confiar. A veces tengo la sensación de vivir en el medio de una jungla en la cual todos estamos contra todos.
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Dicho así suena a sensacionalismo. Pero no lo es. Te invito a que revises tu espacio, y traslades esto que te digo. ¡Esta crisis de la humanidad, es de la humanidad entera, sin excepción! Y seguirá siéndolo en tanto y en cuanto no empecemos a trabajar desde nuestras individualidades para cambiarlo.
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Uno más uno ya no es igual a 2. Uno más uno es igual a un millón. Existe un efecto multiplicador que no podemos dejar de ponderar.
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El seminario de Bevione me dio mucha paz, y ganas de transformar el espacio que me rodea. Afirmé esto de que el cambio que deseo ver, comienza en mi…. Y que mientras yo sepa quien soy, nada me puede perturbar. Nada me debe perturbar. Y mucho menos cuando se trata de valoraciones subjetivas de terceros, por cuanto cada uno actua desde sus propias experiencias y paradigmas.
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La paz interna es inherente a cada uno de nosotros, pero la hemos perdido en esta gran socialización en la que estamos inmersos. El desafío, entonces, es poder recuperarla. La paz es el único indicador de que vamos por el camino correcto. En la paz reside la única esperanza que tenemos de ser felices a partir de nuestra plenitud personal.
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Al seguir el círculo del odio solo logramos ser más de lo mismo y forjar nuestra involución… cuando en realidad estamos en un poderoso tiempo de descuento.
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Te propongo poner en práctica lo siguiente: si te arrojan una piedra, no la devuelvas. Retenela y larga una buena intención. Una piedra no devuelta debilita a un contrincante que desea guerra y comienza a cortar el círculo del odio.
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Cuando tengas ganas de responder una agresión, o de actuar impulsivamente, o de descargar una frustración personal en otro… ¡Detenete! ¡Tomá distancia y mirá la situación desde afuera! ¿Ante quien te estás doblegando? ¿Ante un ego que no te permite ser menos y que sin embargo te arroja al abismo?
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Si la piedra queda en tu mano, no existe razón para que continue la disputa.
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La paz se logra estando conectados con nuestro espíritu. Sin resistirnos a nuestro ego, dejemos de escucharlo o -al menos- de actuar a partir de él. Una vez más, nuestras decisiones deben provenir de la paz que confiere el estar conectados a nuestra propia divinidad.
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Para terminar te regalo dos consejos que nos dieron en el seminario: Cuando estés ante una situación de crisis, alejate del ruido y buscá tu silencio. Alcanzan 5 minutos. Y desde esa paz comenzá a respirar -conscientemente- para salir de esa crisis... una y otra vez. Cuando abras los ojos, verás que nada es tan terrible, que todo es experiencia que ayuda a nuestro crecimiento… y que cambiar nuestro destino es tan solo cuestión de despertar a tiempo.