Las Historias de Ibrahim

Una cuestión de Actitud



Lunes 22 de noviembre

9:20 hrs... decido tomar un café bajo el enorme árbol centenario de La Biela. Dado que el mozo no aparece, intento leer, pero una voz de hombre relata algo en voz demasiado alta. En esa fracción de tiempo, mínima, entre el impulso de pedirle que hablara en voz más baja y su concreción, nace otro impulso, más fuerte que el primero, y decido escuchar...

Es el camarero, el mismo que debe venir a buscar mi pedido, quien habla. Relata que el fin de semana estuvo pescando en una laguna de Entre Ríos, y que todo era hermoso, que no pescó mucho pero que valió la pena sólo por ver las bandadas de cardenales, -"Cardenales con el pechito blanco y las cabecitas rojas, eran miles, miles, eran hermosos", repetía. Esperé que terminará su relato y me di vuelta para pedirle mi café.

Un mujer se sentó en una mesa cercana. Cuando él regresó con mi pedido le dijo:

-"Buenos días señora, ¿Cómo está?". Ella contestó con evidente y exagerada ironía:
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-"Bien, muy bien, ¿cómo quiere que esté?".
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El pareció no entender la ironía, o no quiso hacerlo, porque cuando se retiró a buscar el pedido, le escuché responder: -"¡Claro que hay que estar bien!".

Ella manejaba ese tono suficiente que hemos adquirido ultimamente por el que, si decimos que estamos bien, estamos desinformados, y si decimos que somos felices, estamos traicionando la voluntad colectiva.

Cuando quise pagar, se acercó otro mozo a cobrarme. Le dije que prefería pagarle a "mi amigo", dije así para no herir al nuevo. El vino, le comenté lo que había escuchado, que había alegrado mi mañana y que se lo agradecía. Me contestó: "Señora, ¿sabe la cantidad de problemas que tengo en mi familia? Si me dejo llevar por eso me amargo y no soluciono nada. En cambio si veo las cosas lindas que pasan, cuando llego por la noche, tengo más fuerzas para enfrentar las dificultades."

Aquella mujer en la mesa cercana leía el periódico, y justo en ese momento dijo:
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-"¡Qué barbaridad!", se volvió hacia nosotros como buscando complicidad para la desgracia, y esperando el "¿qué pasó?", que desencadenaría la repetida, conocida y remanida noticia sobre la inseguridad, la violencia juvenil o las mentiras de los políticos.

El y yo nos miramos. El había visto miles de cardenales volando sobre la laguna el fin de semana. Y hacía un rato apenas, me los había hecho ver a mi.

Sonreimos...