
El sonido de un viejo saxofón la trasladaba a lugares in imaginados dentro de su alma, y la llevaba a buscar -una y otra vez- ese recuerdo que le devolviera las ganas de ser feliz.
Pero todo rastro de su pasado había desaparecido. Ya no veía en él, al hombre del que un día se había enamorado. Ya no tenía en su piel ningún rastro de la pasión que años atrás envolviera sus sentidos de un fuego casi helado, de un fuego capaz de erizar al sol, de un fuego capaz de derretir el hielo de una desilusión.
¿Qué había sucedido con todo aquello? ¿Por qué la realidad hoy la encontraba lejana, con ganas de huir a nuevas realidades? ¿Por qué su cuerpo lo rechazaba?
Muchas eran las preguntas, pero no había una sola respuesta capaz de sosegar su alma. Sentía que cada hora invertida en recuperar su pasado era una hora perdida, una hora tirada al vacío, una hora archivada en el baúl de los recuerdos -o por qué no- de los sueños que la vida había dejado inconclusos.
El saxofón ahora se entrelazaba con los suspiros de un cigarrillo fumado a medias. Sentía que la mujer que había en ella debía reaparecer, y a la vez temía que tanto pasado le hubiese borrado los caminos para lograrlo.
Pero sea como fuere, sentía que resignarse a su entorno implicaba entrar en un letargo devorador, casi eterno.
¿Qué dirán nuestros amigos? ¿Qué dirá mi familia? ¿Qué dirá su familia? ¿Podré acostumbrarme a caminar liberada de su mano? Eran más preguntas que se sumaban a sus temores de una vida nueva.
Era evidente que sus miedos y sus deseos transitaban sendas paralelas. Entonces... ¡Cuanto más difícil le resultaba encontrar el equilibrio!¡El momento cero que la llevara a priorizarse!
Tomó las llaves de su auto. Fue hasta el tocador. Arregló su cabello y su maquillaje de casi 7 horas y salió a toda prisa, como quien escapa del peligro.
Puso en marcha el auto y salió. El primer semáforo que la detuvo la obligó a mirar hacia el costado. Los ojos casi transparentes de un hombre de 40 años aproximadamente, le paralizaron los sentidos.
Quizo huir de esa sensación. Apartó los ojos, pero la magia de aquel encuentro la habían cautivado por completo. Volvió la mirada hacia aquel extraño que no dejaba de desnudarle alma, no solo con su mirada clavada en sus pupilas, sino con una sonrisa sutil, por demás seductora.
Su corazón latió con fuerzas y por su cuerpo corrió una pasión de la que ya no tenía registros. El la siguió unas cuantas cuadras, hasta que en un punto sus caminos volvieron a separarse.
¿Quién era aquel desconocido ? ¿Quién era aquel hombre? No lo sabía y a lo mejor no lo sabría nunca en una ciudad como Buenos Aires. Pero lo cierto era que, había aparecido en un momento clave en su vida. En el momento del gran cambio. En el momento en el que comenzaba a transitar hacia esa mujer que ya no quería dejar escapar.
Cuantas personas nos salvan la vida en el ultimo minuto, y nunca llegan a saberlo. A todas ellas... ¡Muchas gracias!...