
He llegado a la conclusión de que quizás la soledad sea una forma de vida, y la soledad tal vez una forma de insolidaridad con nosotros mismos y los demás. Es como un alejamiento de la exuberancia vital.
Lo demás somos nosotros. Pero para que esta situación se de, o se sienta en carne propia, tenemos que ser conscientes de que constituye casi una epopeya al alcance de muy pocos.
Quien llega al estado de total empatía se libera de su carga, se libera de sí para establecerse en los demás, solidarizándose, humanizándose. La bestia que llevamos dentro aflora cuando somos incapaces de ahondar en el espíritu ajeno.
La predisposición actual a la competencia y a la lucha para enriquecernos, o sobrevivir, provoca una ruptura terrible en el espíritu solidario del hombre que aún se puede apreciar en las sociedades no capitalistas, creándose una extraña paradoja: mientras que nosotros, los ricos, los cultos, los civilizados, los occidentales vivimos, en definitiva, en una insatisfacción constante alimentada por el establishment productivo e ideológico; los pobres, los bárbaros e incultos pueden saborear los jirones de solidaridad que aún hilan en sus casas y calles, como una reminiscencia inmensa de la condición humana.
La interferencia enorme que -a mi juicio- puede ser hoy más negativa que positiva, la constituyen los medios de comunicación, que como oráculos modernos establecen no solo la tendencia social sino la moral que se ha de adoptar. Son como advertencias en formato televisivo que nos brindan la raya que nunca se ha de cruzar. Son como la policía moral y pretendidamente "multiculti". Sustraerte a esta formalidad puede implicar no pocos riesgos, fácilmente subsanables con un código ético o moral justo y humano.
He de reconocer que los adictos a las noticias de consumo rápido lo tenemos muy difícil pues constituye como una especie de seguridad social, donde todos nos vemos reflejado gratificándonos en nuestras sobremesas o mañanas dominicales.
¿Qué efectos producen sobre nosotros las noticias sobre guerras o miserias materiales? Ejercen un efecto profundamente coercitivo y lejos de acercarnos a la realidad, a la solidaridad. En muchos casos nos puede alejar de ella.
La cultura de la solidaridad puede verse dañada tal vez por medios de comunicación con intereses muy concretos. De todos modos tengo la impresión de que casi nadie es engañado. Cada uno de nosotros nos unimos a nuestros intereses reales o imaginarios, todo esto mediatizado por escasos grupos de poder. ¿Podríamos llegar a cierto equilibrio entre la sociedad solidaria y la economía de mercado y capitalista?
El servicio que prestamos al engranaje económico es tal vez excesivo y cruel porque provoca una soledad inmensa...
Es la misma soledad que producen los personajes de "Cuentos de Tokyo", esa maravillosa película en la que todos sienten el fin de un tiempo en su propia piel, cuyos personajes centrales, los padres, viven una situación inédita: la soledad y la velocidad de una sociedad que se abre paso en el Japón de posguerra mientras sus hijos aturdidos y confundidos son testigos de la enfermedad actual...